La experiencia de la inmigración

Dicen que quien emigra, se convertirá en cierta forma en extranjero. Ese no soy de aquí ni de allá que sorprende. Aún regresando al lugar de origen, ya no se no pertenece allí de la misma manera, pues se ha sufrido un cambio y aquello que en lo cotidiano era familiar también ha variado, el tiempo ha transcurrido y su acción se hace presente.
  
Tal vez se sienta extraño o ciudadano de un espacio mayor, que lo ha nutrido, madurado o  enriquecido.

 

Este experiencia se inicia mucho tiempo antes de la partida, a veces cuando fue imaginada, y su impacto y sufrimiento, poco comprendido por la mayoría de las personas, llevará un largo proceso de elaboración.

Son muchos los cambios: familiares, personas, paisajes, aromas, formas de hacer las cosas en la vida dejan de estar presentes. Se configura el allá, que continúa existiendo, mientras la vida cotidiana se va poblando de nuevos seres, espacios y saberes desconocidos. 

De un instante a otro surgirá la nostalgia, ya no mas códigos compartidos, experiencias que nos sostienen  y dan formas especiales, sonidos y significados. Aparece el dolor de la ausencia.

Es una realidad que se da a cada hora en cada región del planeta, la  migración de jóvenes y adolescentes que parten solos, dejando muchos  de ellos atrás a su familia.          

 

La colectividad cántabra llegó con su juventud y fuerza de trabajo a una tierra desconocida, llena de promesas, igual que lo hicieron miles de hombres y mujeres a lo largo de la historia, de quienes descendemos la mayoría de los argentinos.
    
Las malas condiciones laborales, la falta de oportunidades, la posguerra o las amenazas fueron motivos diferentes según contingentes y año de arribo. Algunos ya tenían parientes o algún conocido que “los llamaba”. Muchos se instalaron en Capital Federal, en búsqueda de mejores posibilidades laborales, otros partieron a Rosario, La Pampa, la Patagonia o Mendoza.


Estos jóvenes montañeses reconocieron una necesidad y emprendieron un camino para su resolución, formando parte de un campesinado que tenía sueños y escasas posibilidades de realización.

Esta es la historia de héroes, niños trabajadores campesinos templados en la lucha contra una naturaleza dura y un ecosistema extremadamente trabajoso. Es la historia de la cultura del trabajo y de un alto compromiso: ser transformadores de la realidad.

Vinieron en búsqueda de nuevos caminos y tuvieron que atravesar el dolor de perder familia, casa, vecindario y paisaje. Un modo posible es derramar dolor otro es tratar de seguir y callar. Al intentar escapar el ser humano se aísla.

Los cántabros en Argentina, en cambio, trataron de resolverlo creando su casa común, con la sabiduría de aquellos que para recuperar el vacío de lo que ya no está, se unen a otros,  testigos de sus vidas o… compañeros de catástrofe.

En sus miradas se encontraron con su mundo, con su pasado. Cuando nuestra  existencia vuelve a apoyarse en la existencia de otros, los seres humanos somos capaces de ser nosotros mismos, volver a pertenecer, ya no somos extranjeros. Tal vez de allí surgió la fuerza que permitió recuperarse y fundar instituciones.
 
Se agruparon y compartieron sus vidas continuando las costumbres de origen: jugando a los bolos, la partida, cantando, encontrándose en fiestas y comiendo sabores conocidos, así recordaron.

Recordar con otros permite al hombre seguir de pié, poder vivir con integridad ya no es necesario huir de los recuerdos por miedo al dolor, así es como nos sentimos acompañados por nuestros recuerdos. Sentirse acompañados nos fortalece.

El relato que hicieron , en su fuero interno, durante los años de ascenso social “ yo soy quien se animó y puedo ayudar a los míos” tanto como sus logros, les dieron riqueza y razón a su decisión.

Y hoy… para muchos de ellos, no es fácil no confrontar con las condiciones de vida de la España actual. Ante la catástrofe ocurrida en Argentina, que significa en lo cotidiano la pérdida del poder adquisitivo que quita dignidad, en un contexto de falta de justicia y la realidad de millones de personas que han perdido todo, es difícil no preguntarse si no fue todo un error, ya que aparece la duda sobre si los problemas que muchos de ellos padecen corresponden a cuestiones de la nación o a su fracaso personal.

Decimos “No al Olvido”.


Reconocemos  que las experiencias migratorias son conmocionantes y dolorosas, muchas veces traumáticas, pero también enriquecedoras. Brindamos por aquellos que aceptaron su destino frente a la adversidad y desafiaron en su osadía o su fuerza vital a una sociedad que no daba respuestas a su juventud.

Recuperar la memoria, documentar la experiencia vivida, será un tributo a su mirada, al  ejemplo de aquellos que enseñaron el sentido de la unión y la solidaridad, su manera de ver el mundo con estilos, valores y principios, persistiendo cual labriegos , sosteniendo lo digno y lo correcto con la convicción que ser cántabro es enarbolar valores y principios con identidad propia.


Necesitamos como parte de un colectivo formado por inmigrantes mayores y descendientes, generar un movimiento cultural que recupere la historia, contribuyendo de este modo al patrimonio común.
    
Recuperar la experiencia y difundirla creará puentes, cerrando viejas heridas, transformándolas en recuerdos y así seguir, con el orgullo de mostrar las raíces y de este modo evitar el silencio que crea olvido, de gente sencilla y laboriosa, rindiendo homenaje al sacrificio de familias de españoles de allá y acá que vivieron acontecimientos singulares que ya pertenecen a la historia.

 

Lic. Beatriz Miranda

Geografía Humana del Centro Montañés
Recuperación de la Memoria de la Colectividad Montañesa-Cántabra de la Argentina