A partir de 1929 una figura femenina se destacará notablemente en la acción cultural del “Centro Montañés”, la escritora Consuelo Bergés, nacida en Ucieda, la que se hará cargo de la Revista “Cantabria”, imprimiéndole un sesgo más humanitario y pacifista, y brindando un gran impulso a la literatura (era amiga de Alfosina Storni, de Norah Borges y otras conocidas escritoras de su época). También a partir de este período se notará una constante preocupación por aumentar el número de socios del Centro, sobre todo dirigida hacia los de Castro Urdiales, que, como vimos, tenían asociaciones propias, además de que muchos montañeses preferirían asociarse a instituciones con servicios asistenciales, como por ejemplo el Hospital Español. También comienza a debatirse la idea de la creación de un Fondo Pro Edificio Social, como forma de brindar una mejor atención a los paisanos.
Junto con la forma democrática que se quiere dar al funcionamiento del Centro (por el artículo 18 del Estatuto, todos los años, en el mes de agosto la Junta Directiva debería convocar a los socios a una Asamblea General Ordinaria), se evidencia una orientación centralista, ya que serán los Presidentes acompañados por su entorno (los demás miembros de la Junta Directiva) los que van marcando los rumbos de la asociación, formándose un ejecutivo colegiado fuerte, el que hará su labor con mayor o menor consenso de los socios ante la necesidad de dar respuestas a las prioridades que se van presentando (según los argumentos sostenidos en las reuniones y testimoniados por los respectivos Libros de Actas).
A partir de 1931, con la proclamación de la Segunda República Española, se generarán constantes y fuertes discusiones y polémicas ideológicas dentro de los asociados, de tendencias republicanas algunos y sentimientos monárquicos otros. Se puede observar el intento institucional por mantener la unión de sus socios evitándose los temas políticos que generaban conflictos y por consiguiente el peligro de la dispersión o alejamiento de sus miembros. Esta estrategia, por lo que sabemos, fue compartida por la mayoría de las instituciones españolas en la Argentina como forma de evitar sus divisiones internas, sobre todo en el período posterior correspondiente a la cruel y fratricida Guerra Civil, por lo que “se evitará toda manifestación que pudiese provocar susceptibilidades” y se intentará “reforzar la tradicional solidaridad étnica de nuestros paisanos”.
En 1933 se comienza a organizar un “conjunto de danzarines” que tuvieron bastante éxito y participa en un Festival en el Teatro Cervantes, mientras que se destacará el escritor montañés Capitán Leo Goti (León Gutiérrez) con una intensa actividad en la institución, difundiendo en conferencias la cultura cántabra, así como sumándose la institución al homenaje que se le hizo en la Argentina a la actriz española Lola Membrives.
Asimismo se intensifican las diferentes opiniones sobre la ventaja de mantener el destino original del Fondo Pro Becas o si era preferible destinarlo a la compra de un inmueble para ser utilizado como sede social. Se nombrará una Comisión para que se encargase de tal fin, seleccionando ésta tres terrenos que parecían convenientes, estando ubicados en Rivadavia 6053/59, Avellaneda 2621 y Jorge Newbery 2818/70.
Luego de varias discusiones en diferentes sesiones ordinarias, se resuelve la compra del tercero (actual sede social), por lo que la suma de 90.000 pesos que costará la operación tendrá que ser afrontada mediante un crédito hipotecario, iniciándose a partir de la firma de la escritura, en julio de 1934, diversas obras para ir remodelando la casa y hacer utilizable el terreno, inaugurándose en febrero del siguiente año con preparativos para los Festivales de Carnaval, aprovechándose así los amplios salones que tenía la propiedad.
Si bien la Junta Directiva veía con agrado la inscripción de socias, el gasto económico que ocasionaba el cambio de los Estatutos para permitirlo, la necesidad de la instalación de sanitarios femeninos, etc., hacía difícil esa posibilidad. Además de estas razones, es innegable que existía, siendo usual para la época, un marcado carácter masculino en el Centro, al que sólo en contadas ocasiones asistían las esposas e hijas de algunos asociados.
Finalmente, el 12 de julio de 1936, en una Asamblea General Extraordinaria, se resuelve la reforma de los Estatutos del Centro, dividiéndose su masa de asociados en cuatro clases: socios activos, protectores, honorarios y cadetes “de ambos sexos”. Esto permitirá la entrada de las mujeres como socias activas, lo que tendrá una trascendental y futura dinámica en el funcionamiento de la institución, siendo las dos primeras las señoras Higinia Núñez de Uvilla y Tomasa Bustamante.
En 1940 el Centro adhirió a un Tedeum que se celebró en la Catedral de Buenos Aires con motivo del Día de la Raza, mientras que al año siguiente se mandó una circular solicitando ayuda para las víctimas del pavoroso incendio ocurrido en Santander (entre otras múltiples actividades estas dos reflejarán, como ya se dijo, la necesidad de seguir insertándose en el país de acogida pero, al mismo tiempo, no perder las raíces con los orígenes, sobre todo en lo que a cuestiones de “solidaridad regional” se refiere).
Desde 1941 se comienza a estudiar en la Junta Directiva un proyecto para compartir las instalaciones de la asociación, en el porteño barrio de Colegiales, con el “Club Ausonia” (que agrupaba mayoría de socios italianos y sus descendientes) para paliar la crisis económica por la que atravesaban las finanzas. Toda la década del ‘40 estará influenciada por las características de esta interrelación étnica, siendo especialmente fructífera hasta 1945, ya que se les facilitaba a los socios del “Centro Montañés” el acceso a las instalaciones que el “Club Ausonia” tenía en Barrancas de Belgrano (esta relación de reciprocidad finalizará en 1950).
En enero de 1944, al producirse el terremoto en la provincia argentina de San Juan, el “Centro Montañés” colaborará con una suma de cien pesos moneda nacional para socorrer a las víctimas. Cabe destacar que, además de esta ayuda puntual, la institución lo hará en forma permanente con diversos centros humanitarios: “Asociación de Cultura y Protección al Inmigrante Español”, “Sociedad de Beneficencia”, “Hospital Español”, etc.
En 1947, adhiriendo a la propuesta de los señores Luis Soler e Ignacio Vázquez Maza, se enriquecerá la Biblioteca del Centro con varias obras, entre ellas doce ejemplares del libro “Maretazos”, recientemente publicado, del poeta montañés Jesús Cancio (valga este ejemplo para destacar la preocupación constante de la institución por difundir y valorizar todo lo que se refiriese a la identidad cultural regional).
Otro caso similar es la realización de Concursos de Bolos de manera periódica, destacándose en esta actividad miembros de esa Subcomisión (señores Cuevas, Liaño, Seco, Lavín, etc.). En todo momento se privilegia lo auténtico de este juego que “cuenta con un gran número de aficionados, ya que todos lo hemos jugado en nuestra mocedad y no hay pueblo en la Montaña que no cuente con una bolera… por eso, cuando los montañeses llegamos a este país, es nuestra preocupación el continuar esta costumbre que proporciona momentos de gran cordialidad y armonía entre los que lo practican”.
En 1950, para enfrentar la difícil situación económica que complicaba tanto el mantenimiento edilicio como la acción social desarrollada por el Centro, y después de acaloradas discusiones, se votará por mayoría que se pongan a la venta cinco lotes con frente a la calle Crámer y uno con frente a la calle Jorge Newbery.