La llegada al país de los habitantes de la región que hoy constituye Cantabria fue muy temprana. Desde el origen del concepto de “argentinidad”, su presencia se hará evidente, ya sea como protagonistas de la conquista y colonización del territorio, como funcionarios de la administración política, participando activamente del entramado de las redes socio-familiares criollas o peninsulares, en actividades comerciales, etc.
Ya en el primer asentamiento español en estas tierras, el fuerte Sancti Espiritu en 1527, un montañés estará presente: Alonso de Bustamante, oriundo de Campoo, mientras que en la primera fundación de Buenos Aires, unos años después, habrá varios apellidos de raigambre montañesa procedentes de Santillana, Reinosa, Valle de Salcedo, Entrambasaguas, etc., además de los de la propia ciudad de Santander.
El primero en ocupar el máximo cargo en el recién creado Virreinato del Río de la Plata será don Pedro de Cevallos, en 1776, siendo descendiente de una antigua familia de Cantabria. Otro de los Virreyes, don Nicolás Antonio de Arredondo, nacerá en Bárcena del Cicero “provincia de Trasmiera, en las montañas de Santander”.
En las llamadas Invasiones Inglesas a estas tierras en 1806/7, se formarán varias agrupaciones para colaborar con la defensa de Buenos Aires, algunos de ellos con integrantes “peninsulares” para diferenciarlos de los criollos o españoles-americanos. Entre los primeros y de acuerdo a la región de origen o grupo étnico que les correspondía, tendremos el “Cuerpo de Cántabros o Montañeses” y el “Batallón de Cantabria”, con destacada actuación militar y en cuyo uniforme, muy semejante al de los voluntarios vizcaínos, preponderaba el blanco y el rojo, sobre todo en la pluma distintiva del sombrero (obsérvese la continuidad cromática con la actual bandera de Cantabria).
Notamos ya cómo estos personajes se convertirán, con el paso del tiempo, en fundadores de significativos linajes familiares, a menudo vinculados con los de otro origen (especialmente astures, gallegos y vascos) y con gran influencia en la historia argentina al formar parte de su tradicional clase dirigente.
Así, desde los primeros años de vida independiente, existen nombres que contribuirán a la formación de la “memoria nacional”: Mariano Moreno y Argumosa, hijo de un santanderino y Secretario de la Primera Junta de Gobierno, creada en Buenos Aires en 1810; Juan Antonio Álvarez de Arenales, nacido en Reinosa e importante colaborador militar del “Libertador de América” don José de San Martín y del creador de la bandera argentina General Manuel Belgrano; don Martín Miguel de Güemes, héroe de la “Guerra Gaucha” y cuyo padre Gabriel de Güemes Montero y Bárcena, había nacido en Abionzo, Valle de Carriedo; Fray Justo Santa María de Oro, cuyos orígenes están en Ibio, y que se ocupará de equipar al Ejército de los Andes; Carlos María de Alvear, perteneciente a un antiguo linaje de Trasmiera, cuyos descendientes tendrán resonancia en la historia argentina, incluso ocupando uno de ellos el cargo de presidente (Marcelo T. de Alvear, en 1922).
Más adelante, otros “apellidos montañeses” seguirán estando presentes. Así, el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, a mediados del Siglo XIX, ubica sus antepasados en las cercanías de Laredo, mientras que su principal opositor, el Gobernador de la Provincia de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, tiene a su padre don José Narciso de Urquiza y Alzaga, nacido en la Villa de Castro Urdiales.
Santiago Derqui, presidente en esa época, como así también otros posteriores como por ejemplo Julio Argentino Roca, José Figueroa Alcorta, Luis y Roque Sáenz Peña (con antepasados oriundos de Villas, en el Valle de Soba), el ya mencionado Marcelo T. de Alvear, etc. serán personalidades argentinas con ascendencia cántabra, aunque ya más lejana en el tiempo .
Otro montañés destacado de este período, y de trascendencia continental, será Enrique del Valle Iberlucea, nacido en Castro Urdiales en 1877 y que, al trasladarse con su familia a este país huyendo de las persecuciones políticas, y habiéndose doctorado en Derecho y en Filosofía y Letras, actuará como periodista en el Diario “La Capital” de la ciudad de Rosario de Santa Fe y, en 1913, será elegido Senador Nacional por el Partido Socialista. A pesar de la oposición que tuvo que enfrentar por el hecho de ser extranjero, se convertirá así en el primer senador socialista de América.
Otros dos grandes escritores y poetas de las letras argentinas tendrán identidad cántabra. Uno de ellos es Baldomero Fernández Moreno nacido en el país pero que, al pertenecer a una familia montañesa y haber vivido parte de su infancia en Cantabria, desarrollará su obra con una fuerte presencia del solar familiar que le imprimirá esa experiencia. Ejemplo de esto es cuando se refiere poéticamente a esa época “…se deslizaban mis días en torno a una casa, la escuela y la iglesia… los árboles corpulentos… el mar y las montañas dándome su lección de grandeza… el dialecto montañés que halagaba mi oído con su fonética cariñosa…”.
El segundo escritor, Eduardo González Lanuza, emigrado a la Argentina a los nueve años y que, en 1951, recibirá el Premio Nacional de Poesía por su libro “Suma y Sigue”, será nombrado “el montañés del año” en 1976 por el Ateneo de Santander, al mismo tiempo que en Argentina su obra será ampliamente difundida.